La miel de Gran Canaria no levanta alas ni cabeza

La miel de Canarias goza desde los tiempos de la Roma imperial de una reputación de excelencia, un prestigio que los apicultores actuales pelean por conservar

OPINIÓN13/08/2025JOSÉ LUIS JIMÉNEZJOSÉ LUIS JIMÉNEZ
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Los apicultores de Gran Canaria luchan por mantener viva una práctica ancestral que parece no levantar vuelo

En Gran Canaria, la apicultura se enfrenta a un reto serio: con apenas 4.620 colmenas registradas en la Asociación de Apicultores de Gran Canaria (APIGRANCA), frente a las 9.280 colmenas en Tenerife (APITEN) y 860 en toda Canarias bajo la Asociación para el Fomento de la Apicultura en Canarias (FOAPI), la producción local no termina de despegar ni hacerse un hueco fuerte en los mercados.

Esta disparidad refleja las dificultades que atraviesa la Isla para revitalizar su producción de miel, pese a su tradición histórica y el prestigio que acompaña a la miel canaria en general. Los apicultores de Gran Canaria luchan por mantener viva una práctica ancestral que parece no levantar vuelo.

La miel de Canarias goza desde los tiempos de la Roma imperial de una reputación de excelencia, un prestigio que los apicultores actuales pelean por conservar. Este patrimonio se apoya, sobre todo, en la preservación de su joya genética más valiosa: la abeja negra canaria. Esta especie propia, exclusiva del Archipiélago, tiene sus orígenes hoy situados en la Península Ibérica, según un reciente estudio genético.

El Gobierno de Canarias, consciente del tesoro que representa esta variedad autóctona, prohíbe desde hace años la introducción de colmenas foráneas en el Archipiélago para evitar cruces con linajes europeos o africanos. La protección de la abeja negra es una apuesta por conservar la pureza genética que define la identidad apícola de la región. Plinio el Viejo, el historiador romano del siglo I, ya dejó constancia de la abundancia de miel en las "Islas Afortunadas". Sin embargo, durante la conquista castellana apenas se hallaron colonias salvajes en Gran Canaria, que luego fueron llevadas a otras islas como Tenerife o La Palma. Así lo relata el naturalista Viera y Clavijo en el siglo XVIII.

El debate sobre el origen de la abeja negra canaria ha dividido a expertos durante décadas. Algunos defienden que proviene de la costa africana, anterior a la llegada de los primeros pobladores, mientras que otros aseguran que desciende de las colmenas traídas por los conquistadores en el siglo XV. Recientemente, un trabajo conjunto de universidades europeas y americanas, publicado en el Journal of Apicultural Research, ha apuntalado la hipótesis peninsular: el linaje de la abeja negra canaria tiene su génesis en el norte de Portugal, coincidiendo con perfiles genéticos de las abejas de las Azores y Madeira, probablemente traídas por navegantes portugueses.

Este estudio no solo aporta una luz científica sobre la historia de la abeja, sino que también sugiere una evolución común entre las poblaciones isleñas, reforzada por registros históricos que, desde el siglo XVI, documentan una producción significativa de miel en Canarias. Para la miel de Gran Canaria, sin embargo, el desafío actual no es solo mantener la pureza genética de sus abejas, sino lograr reactivar una industria que parece atrapada en una larga espera. Los apicultores grancanarios luchan contra la despoblación rural, la competencia desleal de productos foráneos y los retos ecológicos propios del cambio climático, factores que no ayudan a levantar el vuelo.

Mientras la abeja negra canaria sigue siendo un símbolo vivo de la identidad y la historia del Archipiélago, la miel de Gran Canaria aguarda por recuperar el brillo y la relevancia que durante siglos la distinguieron, en una batalla constante por revivir un legado tan dulce como esencial.

Noticias de Gran Canaria I La Gaceta de Gran Canaria

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